Nietzsche y Freud: concepción de la personalidad.
La personalidad según la concibe Freud está integrada por
tres sistemas principales: el ello, el yo y el súper yo. El ello, regido por el
principio del placer, está formada por energías instantáneas y es inconsciente.
Freud distinguía, dentro de él, la libido, o eros, que sirve a los fines de la
vida y el instinto de muerte, o thanatos, formado por todos los impulsos
destructivos y agresivos. (P. Siver 1989, p. 7).
El ello es el fundamento sobre el que se edifica la personalidad;
la rama más arcaica y primitiva del ser humano el ello conserva su carácter
infantil durante toda la vida. Cuando
desea algo no puede tolerar la tensión de la espera y exige una gratificación
inmediata. Es exigente, irracional, impulsivo, asocial, egoísta, amante del
placer. El ello no piensa, sólo desea y actúa.
López Ibor nos dice, explicando a Nietzsche, que existe en el
fondo de la persona, ello, un impulso primordial, de naturaleza biológica, este
gran impulso es el que mueve toda la estructura psicológica y por eso le
concede carácter. Nietzsche simboliza este impulso en el viejo mito dionisiaco.
Dios es la fuerza creadora e impulsora de la cultura humana,
voluntad de poder. Hay aquí una gran zona de contacto entre Nietzsche y Freud.
Ambos, frente a la vieja concepción psicológico del hombre, gris, rasgan el
velo y le muestran en toda primaria elemental.
Pues como se estudia, antes de Nietzsche y Freud el modelo de
la persona humana era armónico. Los griegos suponía que el ideal del hombre se
hallaba en logra una mezcla adecuada en el temperamento. Este ideal armónico
persistió en el cristianismo en otra forma. El cristianismo sabe que el hombre
es una especie de corriente presta a desbordarse, tiene que contenerse, para
eso se cultivan las virtudes. Dejando aparte la ayuda de Dios, en el plano
puramente humana el ser cristiano se halla formado por las virtudes cardinales;
prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
En la época de la Ilustración persiste también el mismo
equilibrio. En Wolf, padre de la Psicología moderna se encuentra expreso.
Son N y F quienes rompen el equilibrio. No hay que buscar el
logos, como los griegos, ni templanza como los cristianos, ni armonía como el
ilustrado, sino el cultivo unilateral de las fuerzas bilógicas, de la
instintividad. Dionisio y el ello contra la templanza.
En este sentido el personaje ideal, que encarna la afirmación
de la vida, la voluntad de poder, es Dionisio, personaje mitológico de la
cultura griega. F en su formación tripartita explica el yo, el cual no está
gobernado por el principio del, sino por el principio de realidad. Su objetivo
es demorar la descarga de energía placentera del ello hasta que se presente el
objeto real que puede satisfacer la necesidad en una situación socialmente aceptable
para hacerlo.
Así pues, el ello exige inmediata gratificación del deseo, el
yo demora la satisfacción del ello.
La filosofía de N crítica por esencia, manifiesta de manera
explicita la formación tripartita que F explica, tomando como eje fundamental,
y hacia donde hay que llegar, la libertad, que se garantiza por la voluntad de
poder, que es la vida, que rechaza totalmente, por considerarle símbolo de
muerte, lo que Freud llama el súper yo, que es lo que los padres les enseñan a
los niños, para diferenciar el bien y el mal.
En las transformaciones del espíritu, él presenta la
superación del bien y el mal, el alcance de la voluntad de poder en el mismo
niño, inocente y creador de nuevos valores,, creador de la vida, que es fuerza,
desarrollo, desenfreno, libertad ilimitada; la moral es antiviral porque es la
negación de lo natural; la moral es lo que impone restricción, límites,
obstáculos a la expansión de la energía vital hasta acabar sofocándola. Además
de la moral cristiana, siguiendo en este punto concreto, pone el centro de
gravedad del hombre en la otra vida, en el más allá.